Nadie puede dudar que una montaña imponente detrás o delante de una gran ciudad es una imagen hermosa para una postal. Su belleza tiene muy pocos críticos. Ciudades como Salt Lake City, Caracas o Santiago de Chile cuentan con esta fortuna, pero es que para algunos, esto no se trata de una fortuna, sino de un obstáculo total.
Las ciudades crecen y se estima que la población en el mundo no parará de crecer al menos hasta finales del siglo XXI, cuando se espera que se estabilice. La mayoría de las personas viven en ciudades, habiendo dejado atrás las zonas rurales. Por eso, el espacio es oro. Hay ciudades construidas sobre espacios planos que no tienen mayor obstáculo cuando comienzan a crecer, pero cuando hay montañas, la cosa se complica.
¿Valle o colina?
Hay muchas ciudades que tienen montañas a sus lados, pero que no están sobre una montaña. De hecho, son ciudades que están en valles entre montañas, lo que les da una estética preciosa e históricamente les brindaba protección. Sin embargo, el hecho de estar entre montañas limita el crecimiento y también tiene desafíos topográficos, de orden sísmico.
Pero la situación es más compleja si la ciudad está sobre montañas. En este caso, el terreno plano para construir siempre será irregular, lo que presenta aún más desafíos, aunque quizás da más perspectivas positivas sobre su crecimiento, al no estar limitado por otras montañas y poder continuar su expansión.
¿Cómo lidiar con el obstáculo?
El hecho de que haya una montaña en la ciudad tiene diferentes matices. Si la montaña es muy alta y cuenta con algún estatus de protección como los parques nacionales, no podrá usarse para desarrollar urbanismos, sino que en el mejor de los casos, puede integrarse a la ciudad a través de carreteras, algún medio de transporte y senderos. Sin embargo, si la montaña no reviste mayor importancia del punto de vista natural, entonces es un terreno posible de expansión para las construcciones.
Hay ciudades que tienen un crecimiento estancado, pero hay otras donde la demanda del crecimiento es aún mayor. Ahí es donde surge el crecimiento irregular y desordenado a través de construcciones espontáneas en barrios de chabolas, lo que termina afectando, principalmente, a las montañas que se encuentran en las zonas aisladas.
Admirar la belleza con cuidado
La belleza de la montaña tampoco puede convertirse en un chantaje para evitar el crecimiento de la ciudad. Si es un espacio protegido, inevitablemente debe estar totalmente aislado de las viviendas, pero eso no quiere decir que será un obstáculo para el transporte urbano y suburbano. Precisamente las montañas deben ser espacios de unión, por medio de los cuales se preserve el medio ambiente pero también se integre a la ciudad con sus suburbios.